Cómo ser buen orador
| |Desde la antigüedad, cuando el pueblo se reunía en plazas para escuchar cuentos, historias bélicas y poemas, la palabra hablada tuvo un lugar preponderante dentro de la comunicación entre dos o más personas. La capacidad de expresarse de los oradores permite que los mensajes del emisor calen en los receptores. La persuasión se logra con un discurso bien elaborado, una voz clara y un lenguaje corporal adecuado. Cada una de estas características te convierte en buen orador.
Hay quienes desde pequeños se les nota el talento innato para los discursos. Sin embargo, existen otras personas a las que una presentación oral se convierte en un verdadero problema. Durante la etapa escolar, las actividades preferidas por los maestros son las exposiciones, pues los alumnos tienen que realizar una investigación, hacer una lámina en físico o digital y luego presentar delante de un grupo el tema tratado.
Vencer el miedo
El qué dirán es el principal enemigo. El miedo a equivocarse en público, a que no salgan las palabras y quedarse trabajo es lo que impide a las personas ser buenos oradores. Para combatirlo la práctica es el mejor aliado.
La respiración se debe controlar. Muchas personas se quedan sin aire en medio de una presentación oral. Esto sucede porque no respiran adecuadamente. Lo adecuado es la respiración diafragmática o abdominal que tiene como principal ventaja llevar gran cantidad de oxígeno a los pulmones. Se empieza a practicar acostado y el objetivo es inhalar aire con destino hacia el abdomen.
Una vez que se controla la respiración, se procede a corregir la modulación, o entonación, la dicción y el ritmo. Ensayar en casa frente a un espejo es una práctica muy conocida; sin embargo, es real. Una vez allí, frente al espejo, se procede a leer en voz alta, primero palabra por palabra, luego toda la oración. La idea es hablar lo más claro posible y evitar que choquen las palabras.
Mientras se practica se recomienda cambiar el ritmo y el volumen. El ritmo se refiere a la velocidad y el volumen a la fuerza o amplitud de los sonidos. Así que empezar a leer en voz alta y fuerte, y luego en voz alta, pero en volumen bajo, también ayuda.